Con más de 2,6 millones de hectáreas ensiladas, las reservas forrajeras ocupan un lugar destacado en la producción agropecuaria. Históricamente la alfalfa ha sido el cultivo forrajero más importante en Argentina brindando además numerosos servicios como la fijación de nitrógeno, la reducción de la erosión y control de malezas.
En su paso por Agenda Aapresid, Pablo Cattani (asesor) y Patricio Aguirre Saravia (Duckas S.R.L.) detallan los factores a tener en cuenta para lograr forrajes de buena calidad.
Rollos, ¿por dónde empezar?
Para planificar las reservas forrajeras, lo primero es diagnosticar el sistema productivo incluyendo las necesidades de nuestro rodeo. Factores como la región de producción, el historial del lote, la elección de especies, destino del forraje y su porcentaje en la ración van a determinar el tipo de confección, su ubicación en el lote, y las tareas logísticas que implica su conservación, extracción y mantenimiento.
Es así que, la especie es el primer factor que influye sobre la calidad. De ello dependen no sólo la fecha de siembra y el momento del año en el que el forraje esté disponible, sino también la proteína o digestibilidad que necesitemos en la dieta. Y además, influirá en todos los procesos desde su confección hasta su utilización.
También, el momento de corte determina la calidad ya que según la fase vegetativa en que se realice, el forraje tendrá digestibilidad, cantidad de materia seca o nivel de proteína. Particularmente en la alfalfa “lo ideal es cortar pre-floración de primavera a verano, y de verano a otoño dejar descansar al cultivo y hacerlo al 10% de floración” menciona Pablo.
La alfalfa es una especie templada que responde a la acumulación de grados días (500 GD) para florecer; de modo que en primavera se puede lograr más calidad aumentando la frecuencia de utilización con 350 o 400 GD, mientras que en otoño es conveniente alcanzar el requerimiento de GD para que acumule reservas y tenga buena persistencia en el tiempo.
Por último, la calidad del corte, la maquinaria y el proceso son claves para la vida útil de las reservas. Hay dos cosas a tener en cuenta, cómo es el corte y qué tratamiento posterior le damos. Para evitar el desgarro de las plantas, es necesario realizar cortes netos que permitan la rápida cicatrización de los tejidos y mayor estímulo al rebrote.
Hay máquinas con cuchillas cortas que no necesitan afilado y trabajan muy bien. La otra cuestión es que los sistemas de corte saquen rápidamente el forraje de la máquina para evitar el repicado -golpear de la planta con la cuchilla-, mayor deshoje y hasta la partición del tallo en porciones pequeñas.
Es importante recordar que todo material menor a 10 cm es difícil de ser recolectado por las máquinas. En este último punto, Patricio destaca la importancia del vínculo con los contratistas y el diálogo a la hora de trabajar juntos.
De la confección al comedero
Posteriormente al corte del forraje hay otros procesos relacionados con el acondicionamiento y almacenamiento que hacen a la calidad y conservación.
El acondicionamiento es fundamental para el secado del forraje, y específicamente en la alfalfa se debe acondicionar el tallo ya que de esa manera se iguala la velocidad de secado con las hojas, y en la confección los rollos tendrán mayor contenido de hoja y por consiguiente proteína y digestibilidad.
Respecto del rastrillado, es importante hacerlo con un remanente de humedad para que la maquinaria no sea tan agresiva con un forraje muy delicado en pérdida de hojas como es la alfalfa.
Los especialistas recomiendan rastrillar con 30-35% de humedad, pero en la confección se debe trabajar siempre por debajo del 20% de humedad para generar la máxima compactación posible y de esa manera evitar el calentamiento del forraje y la desnaturalización de las proteínas.
Fuente: Aapresid