La mayoría de la alfalfa cultivada en Mendoza se destina a la henificación (fardos y rollos), aunque también hay lotes para pastoreo directo. No falta mucho para el momento óptimo de siembra y siempre es bueno recordar algunos aspectos a tener en cuenta.
¿Siembras primaverales u otoñales?
En nuestra región, se recomiendan las siembras “otoñales” (marzo/abril). En esta época hay menor presencia de malezas agresivas que en las siembras primaverales. Cualquiera sea el momento de siembra elegido, el terreno debería estar libre de malezas perennes, fundamentalmente chipica (Cynodon dactylon) y clavel amarillo (Wedelia glauca), esta última tóxica para el ganado. Para liberarnos de estas malezas se sugiere un control químico con suficiente anticipación. Se debe evitar el control mecánico (rastreado) que generalmente colabora con la multiplicación de estas especies.
Otra de las ventajas de las siembras otoñales es que las condiciones ambientales en este momento favorecen un mayor desarrollo de las raíces, en comparación con la parte aérea, lo que contribuye con el establecimiento del alfalfar y su persistencia.
La alfalfa requiere suelos profundos y aireados, por lo que los suelos para la siembra deben ser “livianos”. Los suelos pesados, arcillosos y arcillo limosos no son aconsejados por ser una especie sensible a la asfixia radicular. En este sentido, también es muy importante una correcta nivelación del suelo, para evitar anegamientos.
Se debe contar con un terreno bien nivelado, sobre todo cuando se realice riego superficial. Además, el terreno bien nivelado mejora el trabajo de las maquinarias de corte, hilerado, enfardado o enrollado. Otro aspecto importante a considerar es la salinidad del suelo. En este sentido si existen evidencias de esta problemática, deberían realizarse lavados de suelo con suficiente anticipación.
Variedad a sembrar: existen muchas variedades de alfalfa. Uno de los aspectos que consideramos para elegir la variedad a sembrar es el Grupo de Reposo Invernal (GRI). Al respecto hemos contrastado, en una experiencia desarrollada en la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Cuyo, cultivares de los GRI 6 a 10 y no encontramos diferencias significativas ni de rendimiento ni de persistencia (1). En este sentido sostenemos que la selección del cultivar en función de su GRI no es determinante. Todos ellos se comportan de manera muy similar en Mendoza. Generalmente las diferencias se deben a la temperatura y a la disponibilidad de agua del cultivo.
Calidad de la semilla: adquirir semillas de calidad, tanto física como genética. La calidad física está dada por el tamaño, pureza y poder germinativo. En tanto que, la calidad genética, está determinada por las características heredables de la variedad como su grado de reposo invernal, comportamiento en condiciones climáticas adversas, entre otros. La misma debe ser adquirida en bolsa cerrada con la categoría de “Semilla Certificada”.
Recordemos que la alfalfa es un cultivo perenne, que puede durar 4 a 6 años. Por lo tanto, el costo de la semilla, que puede parecer elevado, representa una inversión para varios años. Hay un dicho entre los agricultores que tiene mucho de cierto: “Nunca es bueno ahorrar en semilla”. Es habitual que la semilla de alfalfa se comercialice peleteada (inoculada y con insecticida). La inoculación con bacterias fijadoras de nitrógeno es muy importante.
Densidad de siembra: como se hace en agricultura, es conveniente definir la densidad de siembra según el número de plantas por metro cuadrado a lograr, y ajustar ese objetivo a cada situación particular. Según estudios recientes es recomendable lograr un alto número de plantas a los 90-120 días desde la siembra, momento en el que deberíamos encontrarnos con una densidad de 250 a 350 plantas/m2 , esto nos va a garantizar el inicio de un cultivo con buena cobertura de plantas que será potencialmente más productivo, con mayor posibilidad de competir con malezas y con una vida útil más prolongada.
Conocer los valores de pureza, poder germinativo y peso de 1.000 semillas permite calcular las semillas viables que estamos depositando en el suelo para lograr las densidades antes mencionadas. Los kilos de semilla a utilizar son muy variables: desde 7 hasta más de 20 kg/ha. Estarán muy condicionados por la tecnología utilizada para la siembra (tipo de sembradora, nivel de precisión, siembra al voleo manual, etc.).
Profundidad de siembra: la semilla de alfalfa es muy pequeña y, por lo tanto, debe tenerse especial cuidado en que la siembra no sea demasiado profunda. En términos generales no debería depositarse a más de 1 cm de profundidad.
Fertilización: en general se recomiendan fertilizaciones al momento de siembra, básicamente fosforadas, en función de análisis previos de suelo.
Riegos: los primeros riegos son clave para lograr un establecimiento exitoso.
No falta tanto para sembrar nuestros alfalfares: elijamos y preparemos bien el lote, seleccionemos la variedad y definamos la densidad de siembra. Preparemos todo para los primeros riegos. Todo lo que invirtamos en esta etapa, será reflejado en rendimiento y persistencia del cultivo si lo acompañamos con un manejo adecuado.
Fuente: Diario Los Andes