El negocio de la alfalfa suma capítulos. La demanda es creciente y los países ven las posibilidades de aumentar producción para generar saldos exportables que deriven en ingresos de divisas.
En ese marco, Chile desde hace un tiempo vienen desarrollando el cultivo de la alfalfa e intentando mejorar genéticamente semillas para lograr ganar terrenos que no son aptos para cultivos tradicionales y aprovechar esos espacios que no son óptimos.
Es por ello que en el último tiempo el INIA (Instituto de Investigaciones Agropecuarias) de Chile trabajó, investigó y logró una variedad llamada Kauke diseñada específicamente para prosperar en las condiciones únicas del secano mediterráneo de Chile. Se destaca aor su alto potencial productivo y persistencia mayor a 4 años.
En TodoAlfalfa dialogamos con Luis Inostroza, Ph.D. investigador/transferencista del INIA, quien se encargó de explicar la realidad del país trasandino con la alfalfa, las metas y objetivos, como así también la utilización que se le brinda a esta variedad y el resto de la producción.
“Nuestro programa de mejoramiento genético es reciente. Partimos hace 10 años atrás con una línea de investigación en el desarrollo de material genético de alfalfa”, reconoce el entrevistado.
Sumando apoyo internacional y con el objetivo de poder desarrollar variedades que se adapten al cambio climático, Chile pudo obtener 80 líneas genéticas de diversas partes del mundo, de ambientes áridos y semiáridos, para lograr el objetivo: “adaptar la ganadería a los nuevos escenarios climáticos, donde la sequía en nuestros ambientes mediterráneos es uno de los principales factores es limitando la producción agrícola”.
Cabe destacar que, en las últimas dos décadas la ganadería, producción lechera, carne y lana fue desplazada por sistema de producción de alta rentabilidad (en Argentina la soja, en Chile la fruticultura) por lo que “todos los suelos de buena calidad, con riego, donde se cultivaba la alfalfa desde sus inicios en Chile, ahora son ocupados por la fruticultura de exportación”.
Con el impulso económico que esas producciones les brindan a las arcas del Estado chileno, no se puede pensar que la alfalfa o la ganadería ganen esos terrenos, por lo que las explotaciones se diseminaron en terrenos “marginales”.
En esas tierras “ricas” se cultivan especies de exportación como cereza, arándano, entre otras alternativas; mientras que la ganadería se desarrolla en ambientes “pobres” que no cuentan con riego y son suelos de baja fertilidad.
Por lo que “hemos estado trabajando en el desarrollo de germoplasma para adaptarse a esas condiciones, tratar de producir forraje en ambientes donde ningún otro cultivo puede prosperar, solamente la ganadería”.
La alfalfa y los ambientes «marginales»
Desde el año 2006, el INIA comenzó a trabajar con Lotus, pero “nos dimos cuenta que la alfalfa era una especie que podía establecerse en nuestros ambientes marginales”, reconoció.
El primer paso fue cuando descubrieron que la alfalfa podía sobrevivir más de seis meses de sequía en ambientes mediterráneos, donde la lluvia anual no supera los 800 mm y se concentra en un 80 por ciento en los meses de invierno.
«La alfalfa tiene que establecerse en esa época, crecer y sobrevivir, en un verano que dura casi una temporada estival que se extiende desde fines de primavera y todo el verano, lo que en algunos ambientes dura 6 meses”, destacó el entrevistado.
Son alfalfas tolerantes a la sequía y “fue el primer desarrollo que nosotros logramos con esta variedad (kauke)”.
En Chile se implementa ganadería intensiva, principalmente para la producción de leche que está concentrada en la zona sur del país, que replican el sistema de producción que impulsa Winsconsin (EE.UU) con vacas que producen 40 litros por día.
Mientras que la zona “marginal” (así denominan las tierras que no son de calidad productiva alta) está destinada a la ganadería de carne, con animales que se manejan principalmente bajo condiciones de pastoreo, y que tienen un alto requerimiento de forraje.
Ante esa situación, los productores deben disponer de alimentos para resguardarse ante posibles catástrofes climáticas “que son muy comunes” como “inverno con heladas y nevadas donde la pradera queda bajo nieve y los animales deben alimentarse”.
Desde el INIA buscan que esos sectores de ambientes restrictivos, cuya ganadería se basa en pradera natural que produce alrededor de 2 toneladas de materia seca por hectárea, sean sembrados con la alfalfa Kauke que va a durar 4 o 5 años y va a producir de 8 a 10 toneladas de materia seca por hectárea.
“Incrementamos la producción de forraje casi 5 veces en comparación con lo que produce una pradera natural”, indicó Inostroza.
El vecino país cuenta también con dos grandes escenarios, el cual es diferente a la realidad Argentina. “Chile siembra por año de 20 a 25 mil hectáreas y cultiva unas 70 mil hectáreas, que producen de 20 a 25 toneladas de materia secta”, apuntó. Esa es una producción que se cultiva en ambientes de riego, en este formato intensivo.
El negocio de la exportación
Si bien aclara que todavía no están en el negocio de la exportación “lo estamos visualizando muy de cerca”, indicó y agregó: “ya hay algunas negociaciones con China y el Ministerio de Agricultura está tratando de promover ese negocio”.
Reconoció que actualmente la producción es para mercado interno cuyos agricultores “son estratégicos” y cuando hay mucha producción la guardan y “lo venden a precio litio”, cuando hay faltante durante los meses de invierno o cuando suceden catástrofes.
Los agricultores chilenos “manejan un alto nivel tecnológico” con acceso a tractores, segadoras, rastrillos, enfardadoras pero “no ví maquinas vaporizadoras”, y mucho tiene que ver la cuestión climática con baja humedad y alta temperatura por lo que “el secado en Chile es barato”, aseguró.
“Esa es una de las principales ventajas que tenemos”, remarcó el experto del Instituto chileno, que agregó que cuentan con dos escenarios pensando a futuro para ampliar la producción y el negocio de la alfalfa con una mirada exportadora.
“Uno es el de las 70 mil hectáreas altamente productivas que podrían entrar sin ningún problema a un negocio de alfalfa de exportación, pero también hay cerca de un millón de hectáreas, de estos ambientes pobres, que podrían ser explotados para sostener la producción animal local”, dijo.
El objetivo del instituto, explicó Inostroza, “es desde la perspectiva del mejoramiento genético apostamos al desarrollo de germoplasma para todo Chile. Dar soporte a los productores que quieren exportar o producir para consumo interno”
A su vez, manifestó que las mejoras genéticas en alfalfas en Estados Unidos, Chile o Argentina, “en términos de ganancia entre variedades antiguas y modernas, son cada vez más estrechas”.
Reconoció que “es difícil ganarles a las nuevas variedades, porque el potencial de rendimiento está alcanzado a una condición óptima por lo que el desafío está en incrementar la producción de forraje”.
Por lo tanto, entiende que lo que se debe buscar es que los programas sean más eficientes en la selección de los padres, predecir el comportamiento productivo.
Remarcó la importancia de la selección genómica. “Nosotros (en Chile) tenemos cerca de 500 padres que hemos seleccionado por atributos agronómicos sobresalientes. Tenemos su información productiva”.
Modelos eficientes
Lo que se busca es tener un modelo de selección genómica que permita usar la información genética para predecir el comportamiento productivo en campo, y graficó: “viene un nuevo padre, lo caracterizo genéticamente y puedo decir que características genéticas tiene, que producción va a tener, que comportamiento agronómico tendrá, sin haberlo observado en campo”.
Buscando obtener “modelos que nos permitan ser más eficientes a la hora de seleccionar padres para desarrollar nuevas variedades”. El objetivo de estos modelos es reducir el tiempo en la liberación de nuevos cultivares, de acuerdo a nuestras estimaciones podríamos acortar el ciclo de mejora de 10 a 7 años. Con esto es posible dar respuestas más rápidas a los requerimientos de los agricultores y a los desafíos climáticos.
Sobre el final de la charla manifestó que “hay muchas proyecciones” y se mostró convencido que el cultivo de alfalfa tendrá una importancia agronómica y económica en Chile y el resto del mundo.
Con las características agrometeorológicas del país trasandino podemos pensar en alfalfa como un cultivo que “va a permitir estabilizar la producción de forraje y brindar mayor seguridad a la ganadería”.
Pero también la “perspectiva comercial con la industrialización para la exportación” ya que entienden que el clima favorable para producir heno de alfalfa permitirá tener costos inferiores a lo de otros países, sumado a ello la logística que también es un punto favorable a la hora de “determinar costos”.