Este material generado por el ingeniero agrónomo Juan Bernardón de la División Agronomía, de la Dirección de Agricultura, Ganadería e Industrias del gobierno de Buenos Aires (que estaba en la órbita del Ministerio de Obras Públicas), forma parte de biblioteca del ingeniero y productor lechero José Quintana, y nos pareció interesante publicarlo para que se analicen las diferencias y similitudes en el manejo de la alfalfa con una distancia de 80 años.
El trabajo cuya primera página puede ver en esta nota señalaba lo siguiente:
Alfalfa, la reina de las forrajeras: Algunas nociones para cultivarla con provecho:
1) Elección del suelo: Para cultivar alfalfa, es necesario en primer término, contar con suelo apropiado. Y digo, con suelo apropiado, porque en general y salvo rarísimas excepciones la total superficie del campo que se explota, es apto para el cultivo de esta forrajera.
Al recorrer el campo, deberá estudiarse su pendiente, desagües naturales y elegir la parte más alta y si fuera posible tierra de albardón, de constitución media; más bien arenosa; pero nunca arcillosa compacta, o pegajosa.
El subsuelo deberá ser permeable. Es preferible un subsuelo arenoso y con algunos guijarros; pero nunca compacto-arcilloso o de tosca impermeable; lo que vulgarmente se llama plancha, en el Sudoeste de la provincia de Buenos Aires. Los subsuelos impermeables, limitan la vida del alfalfar a un plazo fijo, que se alarga o se acorta en uno o dos años, según como se presenten los años de lluvia o sequía.
Otro factor que acorta o alarga la vida de los alfalfares es la composición salina del subsuelo. Los subsuelos salitrosos, sean éstos con agua poco profunda o no, limitan la vida del alfalfar a muy corto tiempo. En esto también influye la mayor o menor precipitación pluvial. Durante los periodos de sequía, el salitre se aproxima a la superficie del suelo, dejado por el agua que se evapora, hasta aflorar en algunos casos, ocasionando la total pérdida de los alfalfares. Este fenómeno es muy común al Sud de Córdoba y Santa Fe, donde los alfalfares no duran más de cuatro a cinco años. Una vez que la raíz principal llega a la zona salitrosa se desorganiza. La planta vive uno o dos años a expensas de sus raíces laterales hasta que muere.
La excesiva sequedad del suelo en las zonas de lluvias limitadas, de 300 a 500 mm., también es causa que acorta la vida de los alfalfares. Llegada la raíz a la zona seca de menos del 6% de humedad, muere y se coloca a la planta en igualdad de condiciones a la de las zonas de subsuelos salitrosos.
2) Épocas para sembrar alfalfas: Hay dos épocas o estaciones del año en que se debe sembrar alfalfa: primavera y otoño. En primavera se siembra después del peligro de las heladas tardías y antes de que se aproximen los calores excesivos. Es decir, desde la segunda quincena de agosto hasta la primera de octubre; pero siempre se corre el riesgo de una primavera seca y una lucha despiadada, contra las malas hierbas. Es entonces preferible, sembrar en otoño: después de los grandes calores y antes de las heladas tempranas marzo a abril inclusive. Debemos cuidarnos entonces, de las temperaturas extremas, en cualquiera de las dos estaciones, porque éstas matan a las plantas jóvenes y en especial si coinciden con períodos de sequía.
Sembrando en otoño, las jóvenes plantas arraigan bien y luchan ventajosamente en contra de la vegetación escasa del invierno y ofrece otra ventaja no menos importante, la de poderla asociar a cualquiera de las gramináceas del gran cultivo tales como: trigo, avena, cebada, centeno; también puede asociársela con ray-grass y cebadilla para formar praderas mixtas.
3) Preparación del suelo: Según que se siembra en primavera o verano, la preparación del suelo debe ser esmerada y de preferencia aprovechando un rastrojo. Los cereales en general, dejan buena tierra para ser ocupada con alfalfa en el otoño, después de su reciente cosecha.
Podrá darse el caso, de sembrar con provecho alfalfa en la primavera, para utilizar la excelente preparación de una tierra, que ha dejado un cultivo malogrado durante el invierno, por heladas, granizo o sequía prolongada; o bien la tierra dejada por un cultivo de escarda, como maíz, coles, nabos o remolacha forrajera.
Tratándose de cultivar en otoño y efectuada la cosecha del cereal en verano, se aprovechará el suelo levantando el rastrojo con una labor de arado liviana y desmenuzando la superficie con rastra. La paja enterrada a poca profundidad, se descompone con facilidad y se evita la pérdida de agua por evaporación. En una palabra, se da soltura y humedad al suelo; germinaran los granos caídos, vegetación que habrá que destruir con nuevo pasaje de rastra de discos.
En marzo, se ara de nuevo cruzando a mayor profundidad. A continuación se rastrea desmenuzando prolijamente los cascotes, si es necesario con rastra de discos. Si la tierra no es suficientemente mullida antes de tirar la semilla, deberá pasarse un rolo desterronador. Si la tierra se encuentra lo suficientemente mullida, convendrá primero tirar la semilla y después pasar el rolo desterronador y de preferencia acanalado, que deja la tierra aplanada y mullida a la vez.
4) Siembra: La tierra convenientemente preparada, deberá recibir la semilla en la segunda quincena de marzo o primera de abril. Está deberá ser extendida a la superficie y uniformemente esparcida. Hay tres formas de esparcir la semilla a la superficie:
a) A mano, con el procedimiento común a voleo:
b) A máquina de mano, que la tira en forma de lluvia circular o en abanico, accionado un ventilador especial;
c) A máquina de tracción, cuya tolva, deja caer a espacios regulares, un fino chorro que golpea sobre una chapa metálica encorvada, que esparce la semilla lo suficientemente, para cubrir las interlineas.
Por lo visto, los tres procedimientos dejan la semilla esparcida, y a la superficie, siendo el más perfecto el mecánico. La elección depende del carácter e importancia de la explotación.
La semilla se cubre después pasando una rama o rastra de alambre liviana, tirada por una yunta, con un rodillo aplanador o mejor, con un rolo o rulo acanalado, la operación se hace más perfecta porque la tierra comprime al grano, éste toma mejor humedad, facilitando así su germinación. El carácter de la explotación es el que decide, sobre la maquina a emplear.
No debe sembrarse nunca la alfalfa a mayor profundidad de 1 cm. Si es cierto, que a mayor profundidad se asegura una mejor humedad, se corre el peligro que de la joven planta no aparezca a la superficie, antes de haber agotado las reservas del grano. No olvidemos aquel principio agronómico que dice: «De que no deberá nunca colocarse una semilla a germinar a mayor profundidad que la de siete veces su diámetro o espesor». Recuérdese también, que los alfalfares se regeneran solos, limpiándolos de sus yuyos y malezas, por medio de un escarificador y permitiendo que la semilla de un verano, se derrame a la superficie del suelo. Método que aún se observa en algunas comarcas apartadas del país, dando lugar a los llamados alfalfares de cien años, que no son sino, alfalfares regenerados periódicamente.
5) Cantidad de semilla a emplear: Usar semilla de alto poder germinativo, probando la muestra antes de comprarla. Para esto, se hace uso de un germinador improvisado, con dos platos y una hoja de papel secante humedecida; se colocan cien granos y se llevan a un rincón abrigado de la cocina, en donde la temperatura sea más o menos constante y superior al del medio ambiente. Después del tercero al quinto día, contar y retirar todas las mañanas granos germinados, hasta el décimo o décimo quinto día; los que quedan son inservibles.
Para un alto poder germinativo, del noventa o al noventa y cinco por ciento, sembrar de 20 a 25 kilos de semilla por hectárea. Hay un precepto agronómico que dice «Que todo lo que se economiza en semilla una vez, se pierde en rendimiento de alfalfar, durante todo el resto de su vida». La verdad de este precepto es relativa. Una buena preparación del suelo, una buena elección del momento para tirar la semilla y con un alto poder germinativo, basta según el Ingeniero Agrónomo José V. Lorenzatti, tirar solamente de 15 a 20 kilos de buena semilla por hectárea.
6) Cuidado del alfalfar durante el primer año: En los lugares de regadío como Carmen de Patagones, costas del Rio Colorado etc., la preparación del suelo, se hace previo un riego anticipado para que el grano encuentre humedad suficiente una vez extendido y tapado, con alguno de los procedimientos aconsejados. En el ambiente común del resto de la provincia, el grano una vez extendido y comprimido al suelo, germina dentro de los primeros quince días. En esta primera edad, nada práctico podemos hacer, contra las heladas y las otras intemperies; pero podemos colocarlo al abrigo del pisoteo, escarbe o cualquier molestia causada por animales, por pequeños que sean. Los pájaros, hormigas, etc., dejan manchones en el alfalfar que difícilmente se regeneran en el resto de su vida.
Después de la germinación, las plantas crecen lentamente y a la par de las gramináceas asociadas o yerbas propias de la estación, para recién tomar fuerza o cuerpo, en la primavera subsiguiente. Las jóvenes plantas, crecen por entre los tallos de las otras plantas y aun cuando aparentemente no se ven, basta que la acción de una guadaña limpie un manchón, para que inmediatamente se la vea tomar la delantera
El agricultor, conocedor de este detalle, procede a hacer esta limpieza pastoreando el cultivo, sin pensar en el pisoteo en cualquier momento, con exceso de humedad en el campo, le mata más del 50 por ciento de las jóvenes plantas. Es preferible entonces, no preocuparse de que aparentemente la planta objeto de nuestro cultivo, no se va mayormente. Sabemos que está y que aparecerá después de haber dado nuestro primer corte de limpieza; primera o segunda quincena de octubre, según tiempo. Este primer corte servirá para parva y mejor para silo y que más tarde será alimento de nuestros ganados. El segundo corte y los sucesivos, constituirán un buen heno, para enfardelar y vender.
Los rendimientos del primer año son limitados; pero aun cuando así lo sean y no compensen los gastos del corte, éste es necesario, porque en el primer año, no debe pastorearse un alfalfar, si se quiere prolongar su vida y que su producción en lo sucesivo sea compensatoria. El único corte que podrá hacerse pastorear en el primer año, será el último del otoño, que por condiciones desfavorables de tiempo, daría un mal heno; pero siempre serviría para silos o mezcla de silo, con algún maíz tardío o sorgo.
Cuando se hace el primer corte de limpieza por malo que sea, por lleno de yuyos o malezas, cuídese de no quemarlo y especialmente sobre el campo en montones o en filas, por pequeños o livianos que parezcan. Las jóvenes plantas infaliblemente mueren, por el calor de la tierra y aparecen los alfalfares con manchones o listas, focos de yuyos y malas yerbas.
7) Cuidado del alfalfar en el resto de su vida: Los años más productivos, en el cultivo de la alfalfa, son el segundo, tercero, cuarto y quinto, según la zona; el haberse ajustado o no; a las prácticas que dejamos establecidas y a los cuidados culturales durante la vida del alfalfar, se aseguran una mayor producción. Estos cuidados son simples y no se precisa mayor esfuerzo para comprenderlo y podemos sintetizarlo en la forma siguiente:
a) Llegada de la primavera, septiembre a octubre, corte de limpieza antes de que la vegetación adventicia o yuyos, florezca y semilla. Este corte habrá que retirarlo del campo, emparvarlo y destinarlo para la alimentación de los ganados de la chacra o para silos.
b) Cada 25 o 30 días, se harán los cortes de aprovechamiento para heno y enfardelado o bien para conservarlo en parva para alimentar los ganados en los meses de apremio. Después de cada corte, se pasará una rastra liviana, que levanta los restos dejados por el rastrillo y rasca o remueve un poco la costra superficial. Los restos recogidos por la rastra de palancas, se van descargando cada tantos metros y al final del día, se recogen y amontonan; o se reparten a los ganados en el campo o playa de alimentación.
c) Después del último corte del otoño, se pasará un escarificador de dientes flexibles que hace un trabajo parecido al de la rastra de palancas, con la ventaja de que remueve un poco la costra y arranca las estipas o pajas que van apareciendo en los alfalfares de más de cuatro años. Después del ultimo corte; seguramente y si el tiempo acompaña, habrá un rebrote, que debe aprovecharse haciéndolo pastorear con los ganados jóvenes u ovejas.
d) Cuando el alfalfar se destina exclusivamente al pastoreo, deberá hacérselo comer con prudencia siguiendo una táctica parecida a la de los cortes, es decir: que talado un corte, sin esperar a que sea comido hasta el ras, se retira el ganado y se pasa la rastra de dientes. Infaliblemente, sea el alfalfar para corte o para pastorearlo, al finalizar la temporada, o sea en el otoño, deberá pasarse el escarificador en la forma indicada.
e) El invierno es época de descanso para el alfalfar y sólo podrá echarse algunos animales a pastorear con buen tiempo, sin lluvias y sin barro, el pisoteo durante las épocas de lluvias, es el peor enemigo de un alfalfar peor que todas las plagas que se puedan citar para un alfalfar.
8) Cómo regenerar un alfalfar: No esperar a que el alfalfar se encuentre totalmente agotado o perdido. Cuando el alfalfar entra en decadencia, al cuarto o quinto año, empiezan a aparecer en el campo, los primeros manchones de estipas o pajas. Cada zona tiene sus estipas o pajas características, que constituyen la vegetación común o espontanea de la zona. Estos primeros manchones de paja deberán destruirse en el otoño, con un escarificador potente o rastra de discos, pasada repetidas veces; hecho esto, se recogen los restos con rastra de dientes a palanca. Se repasa si es necesario el campo con azadas. Todos estos desperdicios, se sacan fuera del campo y se queman. En esta forma el alfalfar queda en descanso todo el invierno.
A la entrada de la primavera, se vuelve a rastrar energéticamente el campo con escarificador o rastra de discos. Hecho esto se deja el campo en descanso y con los primeros calores, aparecen las matas de alfalfa que hayan quedado en el campo. Estas son todas las que contaban con algún vigor, al iniciarse la operación de escarificado en otoño. Se observará si estas matas están más o menos bien distribuidas: dos, tres o más por metro cuadrado. Si no fuera así y se notase que el alfalfar está muy raleado o perdido por grandes manchones, a pesar de haber partes más o menos bien pobladas, se procede a resembrarlo, tirando en la forma aconsejada, unos cinco a siete kilos por hectárea de semilla.
Tomadas estas precauciones y previo pasaje de un rulo acanalado para comprimir un poco el suelo a la superficie, se deja el alfalfar en trance de regeneración hasta avanzada la estación del verano. Vegetará espontáneamente, dará flores y madurarán sus frutos. Una vez que las semillas estén maduras y abiertas las roscas, se hace pastorear con ganado vacuno. La semilla cae al suelo y se regenera el alfalfar con las nuevas plantas a que dieron origen las semillas caídas. Los nuevos cortes al iniciarse la primavera subsiguiente, serán los de práctica: de limpieza primero y de aprovechamiento después. Esta práctica común en provincias y zona de regadío, prolonga en forma aparente la vida del alfalfar. En realidad no es otra cosa que una simple resiembra económica, que produce excelentes praderas mixtas y viene a constituir como decíamos, los llamados alfalfares de cien años, muy comunes en ciertos valles o cuencas medanosas y en ciertos valles o cuencas serranas, de Córdoba, Salta y Jujuy.
Si cuando se revisa el alfalfar para establecer el número de plantas por metro cuadrado, se encuentra que éstas son suficientes: tres, cuatro o más, se prescinde en absoluto de tirar más semillas. En este caso el alfalfar se regenera sin otro gasto, que las labores de escarificado, rastra y limpieza.