A las 7 Ángel luego de desayunar va a acomodar los fardos de pasto que vende en su chacra. Además tiene que arreglar unos cajones de fruta que va a repartir al centro de Roca.
Todavía quedan algunos cuadros de manzana aunque ya no como hace una década. A sus 84 años no tiene la misma fuerza para laburar esas plantas pero si la misma pasión por la tierra con que comenzó en 1965 en Guerrico.
El productor frutícola Ángel Spampani, referente en la región de la actividad, se reconvirtió y ahora apuesta por la alfalfa.
De sus siete hectáreas ya cuatro tienen pasto y en el resto hay manzanas granny y delicious.
“Vamos a seguir ampliando la producción de alfalfa”, anticipó Ángel.
No es noticia que cada vez quedan menos fruticultores. La mayoría suele vender su tierra para loteos pero otros siguen eligiendo la producción como modo de vida.
“Se ha dado vuelta todo, no tenemos gente para trabajar, muchas personas no quieren aprender y otras prefieren cobrar planes”, contó.
“Los frutales no los podemos trabajar porque con mi hermano ya somos grandes”, reconoció. Sin embargo esto no los desanimó para seguir viviendo de la tierra.
Los hermanos Spampani tenían una hectárea con viña y comenzaron allí el nuevo proyecto. “En el parral teníamos uvas de mesa, esa uva hay que trabajarla desde que empieza a florecer para tener un racimo que sea presentable”, describió.
“Hace cinco años la uva de bodega no valía, los trabajadores eran para el diablo. Entonces vendimos los alambres, los palos, la leña y metimos pasto”, contó sonriendo.
La siembra empezó a expandirse y también sobre el monte frutal. “Aquel lote era un cuadro de manzanas, ahora podemos ver los troncos”, señaló.
Las hectáreas están cercadas para que las 20 ovejas que tiene no se tienten.
Ángel dijo que la cosecha es diferente. “Con el pasto, viene la persona que lo corta porque nosotros no tenemos los elementos. Vienen, cortan, dejan los fardos hechos en el campo y se llevan su parte”, explicó. “Lo único que hay que hacer es regarlo”, agregó.
El primer corte se hace en noviembre, el segundo en diciembre-enero y el tercero en marzo. “Es muy probable que este año saquemos cuatro cortes”, dijo entusiasmado. El productor señaló que se siembra cada 4 o 5 años según como rinda.
Amor por la tierra
Mientras suelta a las ovejas para que coman algunas frutas, Ángel recuerda sus raíces italianas. “ Venimos en barco de Pistoya en 1939, antes de que explotara la Segunda Guerra Mundial. Yo nací en 1938, me enseñaron a caminar los marineros”, contó.
El 17 de agosto de ese año su padre Josue y su madre Paulina Marini bajaron del tren en Stefenelli.
“Como muchos inmigrantes vinieron a trabajar, no a pedir que le regalen nada como hacen ahora las nuevas generaciones”, se quejó.
Josué se había desempeñado en un vivero en Italia y ya traía experiencia de cómo trabajar la tierra. Antes de venir los compañeros de trabajo le decían, “ahora vas a atar la viña con chorizo”. Estos comentarios eran porque “en Argentina había mucha abundancia, cuando este país era el tercero en el mundo en educación y progreso”.
Ángel se crió entre los frutales y aprendió el oficio de su padre.
Pero cuando era adolescente comenzó a sufrir una alergia. “Papá me llevó con todos los médicos, le dijeron que me tenía que sacar de la chacra. Eso hizo que no pudiera andar entre los frutales. Buscamos qué trabajo podía hacer y cuando llegué a los 18 años, se me prendió la lamparita”, contó.
A Ángel se le ocurrió ser comerciante
“A los 19 años encontramos un comercio en Roca, la esquina de Villegas y Neuquén donde hoy hay una fábrica de pastas. Fuimos a verlo, nos gustó y ahí papá hizo el negocio con el dueño que era Raúl Bertuzzi”, recordó.
“De joven me gustaba la joda pero el principio era progresar. En el negocio trabajaba 18 horas y dormía 4. Se trabajaba azúcar suelta, harina suelta, yerba suelta, fideos”, relató.
Luego de 10 años de dedicarse al rubro se dio cuenta que era esclavizante y pensó en volver a la chacra.
“Al tiempo apareció el dueño de esta tierra. Pertenecía a unos hermanos que recibieron una sucesión. Uno de ellos vino a ofrecerme la chacra por el negocio”, contó.
En 1965 comenzó a trabajar con su hermano Roberto y lo más curioso es que la alergia se fue. “Lo único que tenía era un rastrojero de 1962”, relató.
Con los años Ángel fue referente de la Cámara de Productores en Roca y también titular del Consorcio de Riego de Roca. El trabajo de sus manos lo siguen reconociendo los productores que quedan.
“Algo tengo que haber aprendido”, expresó emocionado el fruticultor que se reconvirtió.
Fuente: Rionegro.com.ar