Los forrajes conservados son una herramienta clave de la cadena forrajera, ya que permiten capturar excedentes en momentos de pico de producción, para luego cubrir baches de oferta y sostener la alimentación del ganado.
El tema fue foco de “Agenda Aapresid”: el ciclo de entrevistas que la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa transmite desde su plataforma virtual de eventos para tocar los temas de actualidad de campaña junto a productores, especialistas y empresas.
Recomendaciones para elaborar un forraje conservado
El asesor Pablo Cattani recomendó tener en claro en primer lugar los objetivos productivos, es decir, quién consumirá el forraje y los requerimientos de la categoría que determinará la composición de la dieta.
Luego, deberá definirse la forma de conservación más adecuada para cada cultivo, lo que depende de variables como: volumen del forraje, acceso a maquinarias y clima, principalmente humedad, temperatura, vientos y horas de sol que condicionarán el secado. Por ejemplo, ambientes secos son más propicios para confeccionar heno, o con bajos volúmenes de material se puede pensar en silaje o henolaje empaquetado.
El momento de cosecha va a impactar en la calidad del forraje: “si se busca fibra y digestibilidad para complementar la dieta conviene cosechar en prefloración, con un pre oreo para concentrar materia seca y asegurar nutrientes; en cambio, para forrajes energéticos o bases de dieta, se deberá cortar el cultivo más avanzado para contar con el aporte de almidón de los granos”, explicó Cattani.
Otro punto importante es cómo se cosechará y de qué forma, lo cual dependerá si es un forraje seco o húmedo, zona del país y cómo se lo proporcionará a los animales. Para henolaje conviene trabajar con segadora acondicionadora para favorecer el secado, mientras que para silaje se deberá asegurar un picado uniforme y rápido llenado y compactación de la pila.
Verdeos y sorgos: aliados estratégicos
Cattani y Juan Lus (PGG-Wrightson Seeds) apuntan a reconsiderar a los verdeos de invierno como cebada, avena y trigo, incluso ray grass, como herramientas estratégicas por su versatilidad, ya que pueden ofrecer fibra, proteína, y/o energía, dependiendo la especie, estadíos y el sistema de conservación utilizado.
En cuanto al sorgo, Lus hace hincapié en su gran adaptación climática y rusticidad, menores costos de producción y calidad de fibra, que nada tiene que envidiar a los tradicionales maíces sileros.
Dentro de la diversidad de biotipos actuales, destacó a la tecnología Igrowth, que permite mejorar el control de malezas problemáticas, y los sorgos forrajeros de nervadura marrón BMR, altamente palatables. Los especialistas advierten estar atentos al “pulgón amarillo de la caña de azúcar”, plaga de avance reciente y que puede generar daños importantes.
Lus aconseja la selección de híbridos según objetivos, necesidades y el ambiente. Para un silo que aporte calidad integral “conviene ir hacia materiales doble propósito; mientras que si se busca calidad de fibra, los sorgos BMR son una excelente opción. En ambientes restrictivos será conveniente optar por materiales sileros clásicos”, comentó.