En 2016, el comercio mundial de heno de alfalfa alcanzó las ocho millones de toneladas por un valor de 2.400 millones de dólares, con un incremento del 66,8 % en volumen y 98 % en monto, en los últimos 10 años. De acuerdo con los especialistas, existe una oportunidad de negocio concreta.
En este contexto, la Argentina –en especial, Santiago del Estero– se destaca por su gran potencial productivo y evidentes ventajas comparativas.
De acuerdo con un reciente estudio realizado por el INTA, con el apoyo de la Unidad para el Cambio Rural del Ministerio de Agroindustria (UCAR), “el comercio mundial de heno de alfalfa –principalmente de megafardos– alcanzó, en 2016, los ocho millones de toneladas por un valor de 2.400 millones de dólares, con un incremento del 66,8 % en volumen y 98 % en monto en los últimos 10 años”.
Según los analistas, todo indica que la demanda internacional será sostenida y continuará en aumento, especialmente de la mano de China. Así las cosas, el mercado potencialmente más apto en términos generales para la Argentina, en el corto y mediano plazo, seguiría siendo Medio Oriente, destino en el que el país ya tiene una trayectoria exportadora.
En tanto, la Argentina tuvo un incremento sostenido de sus exportaciones con un pico, en 2013, de 53 mil toneladas para caer a 31.000 toneladas en 2016. Aún en el año de mayores exportaciones, nuestro país sólo proveyó el 0,7 % del total mundial. Arabia Saudita, Emiratos Árabes y Jordania representaron el 85 % de los destinos de las exportaciones nacionales que, en 2013, alcanzó el 98 %.
Para Juan Carlos Antuña –investigador del INTA Santiago del Estero–, “el mercado externo es una oportunidad de negocio concreta para nuestro país y en especial para Santiago del Estero, debido a su enorme potencial como área productiva con evidentes ventajas comparativas, sobre todo por los rendimientos –asociados con una planta deshidratadora– y la cantidad de cortes anuales que pueden obtenerse”.
“La clave está –especificó– en mejorar la eficiencia y productividad, no en incrementar superficies”. Es que, de acuerdo con el técnico, “sobre las mismas superficies tendríamos mayor volumen de forraje con gran incremento en la calidad final”.
Asimismo, Antuña se refirió al mercado externo como una oportunidad para convertirlo en un negocio anual en vez de estacional, por los mayores precios en invierno y menores en verano sobre la base de la oferta forrajera. Y fue más allá al considerarlo una “válvula de descompresión” de la alta oferta local en los meses de verano, lo cual, a su vez, permitiría que los precios internos se mantengan en valores que garanticen la rentabilidad a los productores.
Junto con el algodón, la alfalfa es uno de los cultivos más emblemáticos y culturalmente arraigados en Santiago del Estero, desarrollado por productores de menos de una hectárea hasta otros de cientos e incluso miles. Existe una especial concentración dentro del área de riego del río Dulce, donde el principal destino del cultivo en esta zona es alfalfa de corte para comercializar en fardos.
Adoptar tecnología, clave para aumentar las exportaciones
Para lograr escala y que el negocio sea sostenible y rentable –advirtió Antuña– resulta “trascendental contar con una estrategia de financiamiento e incentivo a las inversiones para el procesamiento, sumado al respaldo y soporte técnico a los productores para adaptarse al cambio”.
Y agregó: “Este apoyo se agrega a otras líneas de mejora tecnológica como tipificación, análisis y certificaciones de calidad y trazabilidad, aspectos que pueden contribuir a la mejora del sector alfalfero en la provincia y son temas sobre los cuales el INTA, INTI y el Ministerio de la Producción trabajan activamente para fortalecer las ventajas competitivas”.
De acuerdo con el técnico, entre los diversos factores por los que la Argentina no incrementa aún más sus exportaciones se destacan la falta de aplicación de tecnologías adecuadas para la producción eficiente de forraje de calidad y el tipo de cambio retrasado que quita competitividad.
En este sentido, Antuña se refirió a la necesidad de contar con plantas deshidratadoras industriales que permitan recolectar rápidamente la alfalfa del campo y realizar un secado controlado que independice el proceso de las condiciones climáticas.
“Este procesamiento permite aprovechar más cortes, asegurar la calidad del producto, reducir las pérdidas de materia seca y proteína. Además, facilita una mayor compactación, que habilita el máximo aprovechamiento del flete y reduce los costos de logística, de gran impacto en la provincia por las distancias”, detalló el técnico del INTA Santiago del Estero.
Alfalfa, la fibra que demanda el mundo
Una mayor demanda de leche y productos lácteos impulsaron el creciente consumo de alfalfa, debido a la necesidad de fibra para mejorar la eficiencia en el rendimiento de litros de leche por día que puede aportar una vaca en ordeñe.
En este contexto, Japón se ubica como el principal importador mundial de alfalfa con el 24,8 %, seguido por China con el 21,1 % y Corea con el 12,8 %. Estos tres países asiáticos concentran el 58,8 % de las importaciones mundiales.
Con respecto a Medio Oriente, los Emiratos Árabes registran el 16,7 % del total mundial, es decir que, sin considerar a otros países como Arabia Saudita –que crece notablemente–, sólo cuatro países concentran el 75,6 % de las importaciones mundiales.
Los principales exportadores mundiales de alfalfa son los Estados Unidos con 4,7 millones de toneladas cubre el 58 %, seguido por Australia con el 12 %, España con el 10 % y Canadá el 5 %. Entre estos cuatro actores, suman el 85 % del total exportado a escala mundial.
Asimismo, los Estados Unidos, Australia y Canadá concentran el 92 % de las exportaciones a los países asiáticos. De acuerdo con Antuña, “esta concentración de la oferta merece ser considerada atentamente, ya que cualquier desequilibrio de precios internos o por cuestiones climáticas puede incidir seriamente en los precios internacionales”.