El manejo del riego en la producción de semillas de alfalfa El manejo del agua de riego se basa en una serie de principios fundamentales que deben aplicarse a cada situación particular, debiendo considerarse una serie amplia de factores. Por el Ing. Agr. Carlos Moschetti.

Deberán tenerse en cuenta la variabilidad de los suelos (profundidad y textura), cantidad y calidad del agua disponible, grado de…

Deberán tenerse en cuenta la variabilidad de los suelos (profundidad y textura), cantidad y calidad del agua disponible, grado de reposo del cultivar, duración del cultivo, evaporación, precipitaciones, rotación con otros cultivos, entre otros aspectos, según el análisis realizado por el Ing. Carlos Moschetti, especialista del cultivo y jubilado del INTA Hilario Ascasubi, en un informe publicado por Palo Verde Semillas.

El profesional destacó que hay estudios realizados en California, USA, que indican requerimientos de aplicaciones de por lo menos 1200 mm de agua/ha/año, ya sea en forma de riego o de lluvias, para obtener una buena cosecha de semilla. Teniendo en cuenta que la época de aplicación es tal vez tan importante como la cantidad.

Los mayores rendimientos de semillas se logran empleando prácticas de riego que tiendan a promover un crecimiento lento y continuo, sin estimular excesivamente el desarrollo vegetativo y evitando un estrés severo de humedad. El color de la planta es un buen indicador para determinar la necesidad de agua en el cultivo. La alfalfa con déficit de humedad adquiere una tonalidad verde-azulada, que es más evidente durante el alba que en ningún otro momento del día.

Moschetti remarca además que el exceso de follaje disminuye la producción de semilla, aumentando el vuelco, provocando un retardo y disminución de la producción de flores, favoreciendo la acción de insectos perjudiciales y reduciendo el contenido de azúcar en el néctar de las flores, haciéndolas menos atractivas a los polinizadores. Un buen drenaje es esencial para evitar enfermedades de las raíces y exceso de crecimiento vegetativo y de las malezas.

En los climas semiáridos, los riegos de otoño, invierno y tempranos de primavera, permiten mojar el perfil del suelo entre 1 y 1,5 m de profundidad, proporcionando la mitad del requerimiento de agua del cultivo, que crece en un suelo profundo de textura media. Los riegos efectuados durante la estación de crecimiento, deben proporcionar la otra mitad, consiguiéndose generalmente con un riego de octubre –noviembre, antes que comience la floración, y uno o dos riegos adicionales cuando la semilla está en formación.