Las Jornadas Nacionales de Alfalfa realizada en Pozo del Molle y Calchín tuvieron como uno de los máximos exponentes a Dan Putnam, un docente y divulgador de este cultivo, llegado desde la Universidad de Davis (California), en la costa oeste de los Estados Unidos. Y de la reina de las pasturas algo saben en California, donde se acumula una experiencia de varias décadas de producción, genética, manejo y estrategias para asistir a mercados que de modo creciente, demandan fibras y proteínas para transformarla en leche y carnes.
Putnam se ha forjado un nombre que se asocia no sólo a la alfalfa como cultivo, sino también al devenir que la rodea como negocio, asistiendo a productores locales o bien, para satisfacer mercados foráneos. La primera parte de su exposición ante un ávido recinto que lo acompañó en Pozo del Molle, estuvo destinada a desentrañar la lógica que tiene la demanda de heno en el mundo, con mercados tradicionales como Japón, Corea del Sur, Arabia o Emiratos Árabes, o de un nuevo actor que en cada segmento de la economía asume roles determinantes: China, que en una década asumió un rol decisivo en el mercado mundial de alfalfa.
En los Estados Unidos, la alfalfa ocupa un sitio destacado en la agricultura, sólo un peldaño detrás de cultivos tradicionales como el maíz, o el trigo, o de activo desempeño mundial como la soja; pero está por encima del algodón, de la papa o caña de azúcar. El otro perfil destacado de la alfalfa es que se produce en casi todo ese extenso país del Norte, con estrategias de manejo diversas, con riego asistido en secano, o en climas templados con un régimen de lluvias abundantes. Sola o asociada a otras gramíneas, en el oeste americano, con centro en California, el 80% de la alfalfa se desarrolla bajo riego; mientras que en el Medio Oeste se la destina a la producción lechera, sin necesidad de riego extra.
Respecto al área que EE.UU. destina a alfalfa, se aprecia una curva semejante a la que se observa en nuestro país: allí, en los años 60, se destinaban 12 millones de hectáreas a esta pastura, mientras que este año se ocuparon poco más de siete millones. Putnam explica este registro en baja debido a la competencia y una mejor apreciación económica de otros cultivos; y una menor participación desde un sector dinámico como lo es la lechería, que en 2005 demandaba 5,6 kilogramos de pasto, y hoy requiere solo 3,6 kilogramos para cada vaca en ordeñe, por día. Ahora, la dieta lechera se integra con un combo con base maicera, de otros granos y concentrados.
Los otros aspectos que limitan el crecimiento en la producción de alfalfa tienen que ver con restricciones en la utilización de agua para riego, y la complejidad que rodea al manejo productivo propio de esta pastura, que tiene a los seis a ocho cortes por año, una tarea asociada que reclama más servicio contratado, o con maquinaria propia.
Dan Putnam recrea la relación que tiene la alfalfa con la lechería con la de un perro que se muerde la cola, puesto que la ganadería de leche, aun cuando cada vaca consuma menos heno en promedio, hay una mayor cantidad de ganado, con una eficiencia mayor: cada vaca produce el doble de leche de lo que producía en 1970. En ese año, en el oeste americano se producía el 17,4% de la leche de ese país, mientras que el año pasado, solo California produjo el 47% del total. Para darle dimensión concreta, y fácilmente apreciable al auditorio, señaló que en 1970 una vaca producía 4500 kilogramos de leche por año, mientras que hoy tiene un promedio de más de 10 mil kilogramos en ese mismo lapso. Y aquí, el investigador de la Universidad de Davis lanza una pregunta que moviliza: ¿qué ocurrió para que la producción lechera crezca cuatro veces, mientras que la producción de alfalfa se mantenga sin cambios?
Y va un poco más allá, al azuzar a productores y técnicos que vinieron a escucharlo, interrogando: ¿estamos produciendo los nutrientes en alfalfa que la lechería necesita?
Putnam piensa que la alfalfa debe mejorar mucho su rendimiento para competir como base productiva de la alimentación animal, pues solo podrá defender su participación en la alimentación de vacas de tambo si mejora su capacidad de entregar proteínas y hacer un mejor proceso de digestibilidad, entre otros tópicos. No solo se debe producir más pasto para atender la demanda mundial sino que se lo debe hacer elevando su calidad, haciendo más eficiente la ecuación alimentaria del ganado.
Crece la demanda mundial
En los últimos 10 años, las exportaciones de alfalfa crecieron significativamente, desde EU y desde otros países. Entre 2014 y 2017 las exportaciones de pasto desde Norteamérica crecieron casi el 50%. En el 2000 exportaba el 1% de su producción, mientras que ahora envía al exterior el 5% de su cosecha. Y estos indicadores son mayores en los estados occidentales que colocan en contenedores del puerto el 15% de lo que producen. El comportamiento de la demanda es diverso, pues mientras Japón solo importa gramíneas, China aumenta su participación en la demanda de alfalfa, aunque Putnam no pudo precisar los comportamientos futuros del gigante asiático. De todos modos, se prevé un crecimiento de las importaciones de heno desde los países de Asia y de Oriente cercano, y este dato obliga a reflexionar sobre los costos que suma la logística. Para ilustrar esta dificultad adicional, Dan Putnam señala que el coste de transporte interno desde los estados del centro de EU es más oneroso que el envío desde los puertos de la costa del Pacífico hacia diferentes destinos.
Un segmento que atrajo la atención de los concurrentes tuvo que ver con algunas cuestiones claves para quienes auscultan el pulso de los mercados que demandan pasto.
-Uno de los aspectos tiene que ver con que los importadores tienen posibilidad de elegir entre diversos proveedores, y esto es una buena oportunidad para los nuevos anotados como ofertantes de heno de alta calidad, y por supuesto en ese lote está nuestro país.
-Los costos del transporte son determinantes. Para ilustrarlo, Putnam consignó que la ecuación no cierra para los productores y exportadores desde Dakota del Sur, quienes han reorientado sus megafardos hacia el mercado interno.
-Hay que delinear patrones de calidad que permitan realizar comparaciones de calidad nutritivas entre quienes aprovisionan el mercado. Mientras tanto, Putnam recomienda elevar los cánones de calidad del heno de exportación, y especializarse en la atención de ciertos mercados.
-El mundo debate sobre pasturas manipuladas genéticamente, y en Argentina se transita un momento de especial debate en torno a este tema. Sobre este tópico, Putnam apunta que el comportamiento de los mercados sobre este tema es diverso: mientras algunos no presentan reparos sobre este aspectos, hay otros que tienen normas muy rigurosas que impiden la integración de éstos a la estrategia alimentaria de su ganado. Y uno de los que más reparos han mostrado ante la presencia de pasturas manipuladas genéticamente es China, con una participación creciente como clientela, aunque el investigador americano cree que flexibilizarán estas restricciones en pocos años.
Respecto a esto, y para evitar rechazos, en EU se han dispuesto mecanismos de análisis previos a que las grúas lo coloquen a bordo, y estos chequeos detectaron que un 10% de los contenedores integraban su carga con pasto transgénico. Si bien este no es un tema que integre los desafíos para los productores argentinos, es importante que, cuando nuestro país debate sobre la aprobación de nuevos eventos, los productores incluyan este aspecto en sus estrategias de manejo.
Los desafíos que aguardan
Las pasturas producidas a partir de semillas modificadas son aceptadas por la demanda mundial, con la sola excepción de China, aunque ciertos pronósticos prevén que flexibilice su reglamentación en poco tiempo. Putnam repasó la experiencia sobre la aprobación de eventos modificados en los EU y dijo que en el país del Norte se han legalizado dos estrategias, una tiene que ver con desarrollos de Forage Genetics, y su manejo asociado a agroquímicos RR, en los años 2005 y 2011; y uno más reciente acreditado por HarvXtra Trait.
En los Estados Unidos, la experiencia sobre producción de alfalfa a partir de semillas modificadas se remonta a 1997, y el año pasado alcanzó un 30% del área cultivada, llegando a casi el 50% en estados del oeste. De la experiencia recogida se puede observar que se obtienen mejores resultados, más eficiencia, aunque de esa experiencia de dos décadas se aprecia la emergencia de marcadas resistencias de ciertas malezas.
Respecto a esto, Putnam repasó los pros y contra de la utilización de esta técnica de control, al decir: “Las virtudes de la estrategia GMO RR se apoyan en que poseen un amplio espectro de control, es muy flexible en su aplicación, tiene una baja toxicidad, es relativamente barato y se adapta a diversos ambientes. Mientras que sus reproches se asientan en el costo de la semilla, las restricciones para la coexistencia con otras alfalfas, menor control residual, riesgo a generar resistencia, dificultades para exportaciones y un cierto nivel de contaminación”.
La tecnología HarvXtra mejora dos aspectos sustanciales: posee menos lignina y contiene más fibra, elemento que constituye del 30 al 50% de la planta. La lignina tiene de 6 a 8% de la constitución de una planta de alfalfa, es indigestible y asociada a otras fibras es de muy dificultoso proceso, y si se logra reducir su presencia podría aumentarse mucho la producción. “Esto, aun cuando sabemos que una buena parte del mercado pone el foco en la presencia de fibras pero no repara tanto en la lignina”, preavisó Dan Putnam, y explicó que “cuando la planta crece y se hace adulta, la fibra crece aunque la presencia en las hojas no cambia. Con el tiempo sube la fibra, baja la digestibilidad, atentando contra el rendimiento debido a su baja calidad”.
El investigador americano expuso resultados del último Alfalfa Symposium, realizado en 2016, y destacó que los buenos registros conseguidos por la tecnología HarvXtra en el año 2009 fueron confirmados por ensayos en California, el año pasado. Aseveró que, igual que en los EU, en Argentina se pueden utilizar eventos en un amplio rango de reposo, y este es un parámetro que mejora mucho la presencia de fibra. Hizo una referencia importante también a la secuencia de los cortes, cuestión que en algunas regiones de los EU tienen como práctica regular de seis a ocho cortes por año.
Antes del final, Dan Putnam precisó que el principal límite que tiene la alfalfa es el rendimiento, “y para competir con el maíz o el sorgo, hay que trabajar mucho en ello”, alentó, con obvia alusión a las semilleras; y propuso a los productores que hagan hincapié en la siembra de buenas semillas y a una menor densidad, antes que sembrar más cantidad de semillas de baja calidad. “No hace falta sembrar 30 o 40 kilos por hectárea, pues nuestra experiencia en California arrojan que entre 15 a 25 kilos de una buena semilla por hectárea, nos pone en la cumbre del rendimiento”, cerró el académico.