La vuelta del Silopaq, un aliado de la ganadería intensiva Con un nuevo fierro forrajero se simplificó el proceso y ahora la alfalfa se enrolla húmeda con facilidad. El tambero Sebastián Enzenne logró en Rafaela, Santa Fe, 3.500 silopaq de alfalfa húmeda y unos 1.500 rollos secos.

Sebastián Henzenne, un tambero de la emblemática cuenca de Rafaela, estuvo siempre convencido de que el silopaq (rollos de forraje…

Sebastián Henzenne, un tambero de la emblemática cuenca de Rafaela, estuvo siempre convencido de que el silopaq (rollos de forraje húmedos y empaquetados, también conocidos como “henolaje”) era la mejor forma de aprovechar la alfalfa. “Empecé a los quince años con una roto enfardadora con la que hacía el rollo verde, y lo envolvía con film de polietileno stretch con la clásica silopaq. Era muy lindo, e ideal para mi sistema, pero también muy complicado”.

La ventaja reconocida del henolaje es que al enfardar húmedo, se evita el riesgo de las lluvias sobre la andana cortada, que provoca pérdidas enormes en calidad y cantidad. Además, cuando se espera para enfardar seco, es muy difícil encontrar el momento justo. Se pierde mucha hoja (“se hace yerba”) y ahí es donde está la proteína.

Henzenne tiene claro esto desde siempre. Pero le encontraba otras ventajas. Era ideal para su sistema porque tiene tres tambos intensivos, más un campo para la recría, con poca superficie y dependiendo mucho del forraje externo. “El henolaje de alfalfa es el mejor alimento que existe. Pero donde están los tambos no hay superficie suficiente. Los rollos ensilados con 50% de materia seca tienen la enorme ventaja de que se pueden transportar por unidades. Esto no es posible cuando se hacen silos puente o bolsones de pasto picado. No es transportable”.

Pero con el sistema original necesitaban tres tractores: uno para la arrolladora, otro para transportar los rollos y otro para empaquetar. En esas condiciones, hacer 400 rollos era un campañón. “No podíamos hacer más de 30 o 40 rollos por día. Nos mataba el ruido del nylon, el calor, un laburo bárbaro…”

Además había dificultades para conseguir el film. Las bobinas eran importadas, el abastecimiento no muy seguro, y también costosas. Entonces, aun cuando tenían un excelente campo para alfalfa, no lo podían aprovechar a pleno.

“De pronto, ví que un fabricante había presentado otra cosa: una arrolladora con procesador de pasto (“cutter”) y con el sistema de empaquetado automático, colgado de la misma máquina. Es decir, el rollo se envolvía mientras la máquina seguía haciendo otro, y cuando lo termina de empaquetar lo deja caer al lote”. Una enorme simplificación. Menos trabajo, menos ruido, menos fatiga.

La cosa es que debutaron con el sistema nuevo en la última campaña y se mandaron 3.500 rollos. Con carretones, los llevan a los tres tambos. En cada uno de ellos hay un mixer vertical. “Como el pasto está troceado, la mezcla se hace en dos minutos. Con los rollos anteriores, con el forraje sin picar, tardaba 16”. Del mixer va directo a las bateas.

Las bobinas de stretch son nacionales, de 75cm. Cada una sirve para empaquetar 38 fardos, de 550 a 680 kg. “Cuesta menos de dos dólares por rollo ensilado, para estos rollos de 1,20 x 1,35 metros».

Sebastián también hace unos 1.500 rollos de alfalfa seca, que los destina a la recría. Simplemente, desactiva la empaquetadora. “Son de excelente calidad, porque con el cutter también se logra mejor prensado del rollo seco. Pero a las lecheras les doy los rollos ensilados húmedos”.

Henzenne le ve grandes ventajas para productores que no tienen grandes excedentes, todos listos al mismo tiempo, como para interesar al contratista de picado. «No te van a venir por tres o cinco hectáreas. Con este sistema el circo que hay que mover es mucho más chico».

Por Héctor Huergo – Publicado en Clarín Rural