Megafardos premium de exportación: un mercado que no tiene techo para la Argentina

Dos productores (uno de ellos exportador también) analizan la campaña de los gigantes de alfalfa. Hay mercados, resta saber si el país podrá estar a la altura de satisfacerlos.

Cambia, todo cambia. La producción y consumo de alfalfa por parte de los animales ha ido cambiando los últimos años. Del “puro diente”, a los fardos pequeños y luego los rollos grandes. Hoy, la vedette mundial son los megafardos, súper compactados que permiten trasladar más “alimento” ocupando menos espacio. En Argentina, desde hace algo más de una década la producción de megafardos viene creciendo, en parte utilizada para el mercado interno, pero con la aspiradora que significa la demanda internacional que, dicen, no tiene límites. Argentina podría producir más, pero hay algunas cuestiones por ajustar.

“La alfalfa argentina está muy bien considerada en el escenario mundial para un negocio que en el país es relativamente nuevo porque empezó hace algo más de una década pero ha evolucionado muy bien”, contó a Clarín Rural Maximiliano Marroni, gerente de Alfalfa y Forraje de la Patagonia (AyFP), una empresa de capitales españoles (Grupo Oses, empresa Nafosa) referente en la producción de megafardos de Europa, que desde 2007 aporta su know how de más 80 años y promueve la producción y el negocio en Argentina.

“La cantidad de hectáreas sembradas con alfalfa no ha cambiado mucho en Argentina, pero ha cambiado la forma de consumirla, los últimos años hemos notado que el productor ha tomado la alfalfa como una alternativa a los cultivos tradicionales, es un buen cultivo en la rotación con commodities tradicionales en algunas zonas”, relató Marroni, quien se mostró entusiasmado con que “más productores se sumen a la ola exportadora de megafardos”, porque “deja buen margen, hoy, algo similar a un maíz”.

Básicamente el megafardo “cubica” mejor en el camión o en el conteiner. “Nosotros hacemos el megafardo de 450-500 kilos en el campo, pero después lo llevamos a nuestras plantas compactadoras, lo desmenuzamos, separamos calidad y lo volvemos a compactar pero para llevarlo a 800-850 kilos pero con el mismo tamaño”, explicó Marroni.

Según datos del INTA de 2016 (no hay muchos datos precisos) el comercio mundial de heno de alfalfa fue de 8 millones de toneladas, un aumento, la última década, de 66,8 % en volumen. El 60% del negocio de importación se concentra en Asia (Japón 25%, China 22% y Corea 13%) y el principal exportador es Estados Unidos con 6 de cada 10 contenedores comercializados (le siguen Australia con 12% de lo exportado, y España con 10%).

Según Marroni, “Argentina tiene aún un pequeño volumen de exportación comparado con el volumen mundial, pero los grandes demandantes de heno como China y los del Golfo Pérsico (Emiratos Árabes, Arabia Saudita y Jordania), ya hace años que nos vienen mirando”.

AyFP fue la primera empresa que certificó para exportar a China. De hecho, en Argentina hoy hay sólo dos plantas habilitadas para exportar al gigante asiático, la otra es de capitales árabes y lo que producen se lo llevan.

“Los principales compradores ya miran a Argentina como un buen abastecedor, incluso para competir en calidad con el principal oferente que es Estados Unidos y un segundo oferente que es Europa, que produce un producto parecido, pero es deshidratado, España, por ejemplo, que es el principal exportador europeo, vende el 90% deshidratado”, compartió Marroni.

Patagonia y Córdoba, las elegidas
Las zonas elegidas para hacer heno de alfalfa hoy en Argentina son dos bien definidas, cada una con sus pro y contras: “Desde el punto de vista climático, la zona del Valle Medio de Río Negro tiene la ventaja de tener pocas lluvias pero relativamente fácil acceso al agua para regar todo lo necesario, aunque la parte difícil es hacer suelo, porque no están desarrollados y requieren de una inversión importante al principio”, contó Marroni. Y prosiguió: “Córdoba, la zona de Calchín, en el centro-norte de la provincia, tiene suelos fantásticos, que les permiten obtener rendimientos en secano similares a los que obtenemos en Patagonia, pero al momento del corte e hilerado, esos días que la alfalfa queda secando a cielo abierto, suele haber lluvias con lo que se retrasan los cortes y se pierde calidad”.

La base productiva de AyFP en el sur está en Choele Choel, en las puertas de la Patagonia. “Es una zona en la que llueven apenas 300 milímetros por año promedio, de tierras arenosas, donde, además, tenemos agua del Río Negro para cubrir las necesidades de la alfalfa durante el periodo de crecimiento”, contó Marroni.

Franco Bertello está en Córdoba. Su historia con la alfalfa viene de su abuelo, seguida por su padre, que hacía rollos y fardos chicos hasta que en 2013 empezaron a producir megafardos. “Nuestra actividad principal es la producción de alfalfa en 1800 hectáreas, pero también tenemos 800 hectáreas de agricultura con soja y maíz que usamos para ir rotando”, contó a Clarín Rural Bertello.

“El mega te permite abarcar más extensiones de campos, porque el fardo chico te limita en cuanto a la cantidad de gente que necesitás, mucha mano de obra, así, mientras que con los fardos chicos no podés hacer más de 200 hectáreas con los mega podés hacer 500 hectáreas en el mismo tiempo”, explicó Bertello, que tiene junto a su padre, el campo en Matorrales, 80 km al sureste de Córdoba. Todo lo producen en secano.

Los megafardos, además, le dan el plus de poder vender todo lo que produzcan que sea de calidad. “Si andás bien no tenés límite porque es un mercado que no se satura nunca, en cambio, con el fardo chico vas a vender seguro bien en invierno, pero en el verano cuesta mucho”, advirtió el productor.

Los Bertello exportan el 40% de lo que producen porque no todo lo que cosecha cumple los requisitos de calidad que demanda el mercado internacional: humedad, hoja, proteína, etc.

La campaña
Para Bertello, la campaña ha venido bien. “Veníamos con una sequía terrible que, si bien anduvo bien para la calidad de la alfalfa, nos restó algunos kilos en la agricultura, aunque los rindes siguieron siendo buenos”, contó Bertello, quien ponderó la importancia que tiene la napa en la zona: “Tenemos la napa cerca en suelos tipo III y por eso, a pesar de ser un año que no ha llovido tanto las alfalfas están con buenos rindes”.

En Córdoba el primer corte se hace en septiembre y se termina a fines de junio. Son casi diez meses de movimiento y producción. Los rindes que obtienen en secano son buenos, de entre 20.000 y 25.000 kg/ha de materia seca. Marroni contó que este año, por la sequía, los cortes empezaron un poco antes en Córdoba, en vez de septiembre fue a fines de agosto. A partir de ese momento se hacen cortes cada 30 días.

Consultado sobre las claves en la producción de megafardos, Bertello consideró clave hacer los cortes en el momento adecuado. “Para eso hay que estar muy encima de la alfalfa, determinar el punto máximo de proteína y luego hacer bien el corte que necesitará, dependiendo de la época del año entre 4 y 7 días de secado en el campo, finalmente, almacenarla bien, para que no se moje y pierda calidad”, resumió el productor cordobés.

Es clave hacer los cortes en el momento adecuado. “Para eso hay que estar muy encima de la alfalfa, determinar el punto máximo de proteína», explica Bertello.

Por todo esto, Bertello consideró que “la alfalfa es 80% campo y 20% oficina, tenés que estar muy encima si querés que las cosas salgan bien, casi que dormir en el lote”.

Alfalfa en la rotación
Otro de los temas clave es cómo se arma la rotación de los campos que salen de alfalfas. “La agricultura colabora mucho cuando se termina el ciclo de la alfalfa que es de 5 años, porque es el momento en el que ya se empieza a complicar cualquier manejo de malezas, por eso, nosotros optamos por hacer un año maíz y otro año de soja lo que nos permite resetear el lote”, contó Bertello.

No obstante, antes de sembrar nuevamente la alfalfa se pasa un arado, se mueve el suelo y se nivela. “Esta remoción nos permite emparejar los lotes, sacar los rastrojos y dejar todo listo para un lote en el que después vamos a tener que transitar durante 5 años”, repasó el productor cordobés.

El negocio hoy y los desafíos
Para Bertello, comparado con el precio de los cereales el precio de la alfalfa está “un poco quedado”. “Nosotros pagamos los alquileres en kilos de soja y nos queda atrás para pagar el arrendamiento, pero el negocio no es malo comparándolo con una soja porque acá a la soja le cuesta productivamente mientras que la alfalfa anda muy bien”, repasó.

El imaginar sus próximos desafíos, Bertello consideró que en lo productivo están donde querían estar, donde habían imaginado cuando empezaron con esto, y que lo que podrían avanzar es en valor agregado en el propio campo. “El próximo paso sería poner una prensa directamente acá para armar y exportar directo del campo los megafardos o, también, una peletizadora”, imaginó Bertello.

“En Argentina hay unos 3,2 millones de hectáreas de producción de alfalfa pura y consociada, lo cual, con un rinde promedio a nivel argentina de 10 toneladas son 32 millones de toneladas de alfalfa producidas por Argentina, sin embargo, no llegamos a exportar 100.000 toneladas”, dijo Marroni.

“Estoy convencido que podríamos exportar mucho más porque te puedo asegurar que el mercado las podría absorber, hay mucha necesidad de alfalfa en el mundo”, esgrimió Marroni.

La base (climática), está. Sin embargo, para Marroni, “hay que trabajar en desarrollar el negocio, desarrollar la producción, trabajar el concepto de calidad y aumentar la cantidad de alfalfa plausible de ser exportada, ese es el desafío”.

AyFP tiene dos tipos de vínculos comerciales con los productores. Un contrato a futuro en el que se entrega un volumen de mercadería a futuro y puede quedar en dólares, incluso sin necesidad de cobrar contra entrega, especulando con una devaluación. El otro contrato es sobre un precio disponible y en pesos. “Los productores más afianzados están usando mucho el contrato futuro porque les permite entregar y cobrar luego”, contó Marroni.

El otro tema que le preocupa pensando en que se puedan mejorar las condiciones en el lote, es más político. “La conectividad argentina con el mundo hoy es un problema gigantesco, hay una demanda insatisfecha gigante pero no tenemos la logística aceitada para hacerla llegar a los que la quieren, y este año ya a mitad de campaña teníamos el mismo volumen de lo que teníamos la campaña pasada a fin de cosecha”, aportó Marroni.

“Lo que no nos favorece en el país son las políticas y la incertidumbre, eso te traba para hacer inversiones que recuperás en 5-10 años, porque sabés que en ese tiempo las condiciones van a cambiar 10 veces, es difícil proyectar así”.

Hay negocio. Hay compradores posibles. Hay desafíos en el campo, pero también macro. La producción de alfalfa y megafardos no es la única que lo siente. Cualquier empresario que proyecte a mediano plazo lo sabe. A veces, Argentina luce como un paraíso soñado pero inviable.

Fuente: Clarin.com