El panel estuvo moderado por Mirta Toribio, miembro del Comité Técnico de Fertilizar AC, quien definió que “los sistemas pastoriles son muy complejos y la nutrición es clave para mejorarlos, no solo en la biomasa aérea sino también en la nutrición de la raíz, que es fundamental para las pasturas y para la captura de carbono en el suelo”.
El panel tuvo como disertantes a María Alejandra Marino, de la Universidad Nacional de Mar del Plata, y a Elena Patrón de Rodó, Uruguay. El tema que abordaron fue la necesidad de nutrir el suelo en el contexto de intensificación de los sistemas pastoriles.
Marino partió alertando que, aun cuando la ganadería es clave en la seguridad alimentaria, también es una actividad que está cuestionada por cuestiones ambientales. En este orden aseveró que la fertilización de pasturas “es una estrategia viable para mitigar el impacto ambiental de la ganadería”, a través de la planificación del manejo nutricional para optimizar recursos, ya que la actividad además le redundaría en “mayor producción y rentabilidad”. En este sentido, resaltó que “los sistemas pastoriles pueden ser más amigables con el ambiente ya que permite secuestrar más carbono y mitigar emisiones de los animales”.
En materia productiva, Marino graficó que “pasturas bien manejadas pueden aportar 12.000 a 15.000 kilos de materia seca por hectárea por año (kg/MS/ha/año)”. Sin embargo, en la región pampeana “estamos produciendo 50% del pasto”, cuestión que no tiene que ver con la sequía que, según estudios, “explica solo 20-30% de la caída (en productividad), el resto es por deficiencia de manejo y por la deficiencia nutricional”.
En ese escenario además “el abastecimiento de nutrientes es insuficiente”, apuntando principalmente al fósforo y el nitrógeno como más limitantes, con la cuestión adicional de que esa deficiencia “también afecta el crecimiento radical”, por ejemplo, en el caso de la alfalfa.
Así, en el caso del fósforo “el agregado de fertilizante fosfatado suele incrementar su disponibilidad en el suelo, la concentración en las plantas y, consecuentemente, la producción de forraje”. Como guía, Marino indicó que “una disponibilidad de P inferior a 18 ppm de fósforo Bray es insuficiente para abastecer el crecimiento de una alfalfa con producciones esperadas de aproximadamente 15 tn/MS/ha/año”. Por la positiva, con la aplicación de P, “si se cosecha convenientemente el forraje producido se podría lograr una producción de 7 a 13 kg carne/kg por fósforo aplicado ó 100 a 200 litros de leche por kg/P”.
En el caso del nitrógeno, Marino recordó que “es el nutriente que generalmente más limita el crecimiento vegetal”, por lo cual una dosis de 50 kg N/ha (aproximadamente 110 kg urea/ha) podría generar una respuesta de 17 kg MS por kg de N.
Por otro lado, señaló que los nutrientes consumidos por el ganado “vuelven al sistema en forma de heces y orina”, situación contraria a lo que ocurre con el corte de las pasturas para hacer reservas lo que “genera una remoción de hasta 70- 80% de la biomasa aérea de las plantas sin retorno de nutrientes”. “Esto debe ser tenido en cuenta al momento de planificar las estrategias de fertilización”.
Para armar esa estrategia recomendó hacer diagnóstico, controlar el aporte de fósforo para aprovechar adecuadamente el N mineralizado, aumentar tasas de crecimiento escalonando la oferta de forraje (que no todo el campo sea fertilizado de igual manera) y ajustar la dosis de nutrientes aplicados sin perder efectividad.
A su turno, Elena Patrón partió de la consigna de que “la ganadería pastoril intensiva mejora la fertilidad del suelo”, además de que la pastura es el alimento más barato para alimentar a los vacunos, y puede ser “un factor fundamental en la recuperación de la fertilidad de los suelos por incrementos en los contenidos de la Materia Orgánica del sistema”. “El pastoril es un sistema sustentable ambientalmente”, aseguró.
En números, describió que “los fundamentos del sistema de 1.000 kg de carne por hectárea ó 12.000 litros de leche por ha a pasto se basan en que el forraje producido sea pastoreado directamente por los animales (que devuelven 90% de lo consumido al lugar), y que estas pasturas sean una mezcla de gramíneas y leguminosas, fertilizadas con los nutrientes necesarios para lograr 15 ton de M.S/ha”.
Según Patrón, corrigiendo los déficits de nutrientes “se puede llegar a producir 4 ó 5 veces más por unidad de superficie, tanto en la producción de Materia Seca como en la productividad animal”, con el agregado de que “al aumentar la producción, baja el costo de la MS” que va a ser de mayor calidad.
“El objetivo del manejo adecuado de suelos y nutrientes es limitar los procesos de degradación por procesos de producción, y evitar pérdidas innecesarias”, por lo cual hay que apuntar a “lograr un balance de nutrientes”.
Para Patrón “una buena nutrición significa una fertilización completa y balanceada de todos los elementos” (N, P, K, S, Ca, Mg, B, Zn). Además, alertó que la no reposición de nutrientes “gradualmente acidifica el suelo, y disminuye la MS y el rinde del cultivo siguiente”.
La especialista uruguaya propuso que el sistema de pastoreo permita utilizar la mayor parte del forraje producido (al menos el 80%) bajo el formato pastoreo directo, con altas cargas, pero con una ocupación no mayor a las 24 horas con un uso del 80%, y que las deyecciones queden bien distribuidas en las parcelas pastoreadas.