En el marco de una grave sequía que afectó la producción durante gran parte del 2023, el ingeniero agrónomo Oscar Bertín, que es asesor privado, analizó la importancia de reconstruir las pasturas perennes para volver a recriar, actividad que representa el cuello de botella de la ganadería pampeana.
“El primer problema para esta campaña es que la producción de semillas templadas fue muy mala durante la sequía, ya que no se usa riego. Hoy las existencias son bajas y a esto se suma que hay muchas pasturas degradadas por el sobrepastoreo, debido también al prolongado fenómeno climático”, dijo Bertín, en una nota publicada en el portal Valor Carne.
Y esa sequía afectó a las gramíneas perennes por sobre la alfalfa (que tiene una capacidad mayor de extracción de agua). “O sea que la oferta de gramíneas perennes es la que está complicada”, indicó Bertín, aludiendo a la necesidad de agregar 70 a 100 kilos entre abril y septiembre para terminar animales más pesados
“Por eso, hay que incluir gramíneas perennes, muchos productores previsores ya se han abastecido. También están los verdeos e incluso los cultivos de cobertura que permiten ganar tiempo y tener pasto lo antes posible, pero la base de la recría son las pasturas permanentes. Hay que reconstruirlas y manejarlas correctamente”, planteó.
¿Pastoreo o corte?
El primer paso para encarar la campaña es elegir un buen antecesor, que deje poco rastrojo. “La moha es un buen ejemplo. Si hacemos rollos nos queda un residuo superficial, muy bajo y pocas raíces. Después le sigue el girasol que también deja poco material y está muerto, o sea, que no compite con las plantas nuevas”, apuntó.
Y lo peor, tanto para pasturas como para verdeos, es el sorgo. “En realidad es una especie perenne y cuando llegan los fríos muere, pero no lo hace totalmente; sus raíces se degradan muy despacio y compiten por los nutrientes. Las bacterias que descomponen la materia orgánica utilizan el nitrógeno para su actividad y, por lo tanto, no está disponible para la pastura”, argumentó.
Luego viene otro dilema, que adquiere relevancia este año ante la urgencia por tener pasto: ¿Pastoreo o corte? “El comportamiento es distinto según se trate de gramíneas o leguminosas”, afirmó Bertín.
La alfalfa se comporta muy bien al corte y en pastoreo diario, que se asemeja al paso de la segadora. “Tiene un sistema radicular con una corona donde acumula muchas reservas y uno puede cortar la totalidad de la planta y luego rebrota sin problemas”, aseguró.
Pero cuando esta práctica se aplica a las gramíneas se genera un crecimiento limitado. «Un trabajo de 1966, hecho por un investigador americano, Matches, demuestra que la festuca alta defoliada en forma parcial, no en su totalidad, dejando macollos intactos o poco usados, hace que haya una traslocación de nutrientes desde últimos a los defoliados. De esta forma, el rebrote resulta mucho más importante», explicó.
Bertín también hizo estudios al respecto en el INTA, hace años, utilizando festuca pura o con trébol blanco. “Aunque no se hagan muchos cortes, los normales, 5 o 6 al año, es suficiente para que esa pastura genere al segundo y tercer año dos o tres veces menos macollos que bajo pastoreo. De ahí la importancia del aprovechamiento con animales”, aseveró. Y aclaró: “Esto sucede aún en cultivares tolerantes a defoliación, como ocurre con la festuca alta, tipo continental”.
¿Y si se corta la gramínea? “Bueno, es imprescindible reponer nutrientes, sobre todo nitrógeno”, alegó.
En el caso de la alfalfa, si se levantan 12 mil kg sea para forrajes conservados o para pastoreo cero, que es cortar y llevárselo a los animales al patio de comida, se extraen 300-400 kg de N, que se reponen vía fijación simbiótica.
“Pero con las gramíneas eso no ocurre. Si bien los rendimientos son de 6-7- 8 mil kg/ha, a lo sumo, me estoy llevando N y, por lo tanto, tengo que reponerlo”, avisó.
En cambio, cuando las gramíneas se pastorean, aunque la extracción es la misma, el animal devuelve al campo un alto porcentaje de los nutrientes, entre el 60 y 70% del total, a partir del nitrógeno en la orina y el fósforo en la materia fecal.
“Muchas veces lo devuelve en forma despareja. Si el pastoreo se hace por franjas diarias, la distribución es uniforme; pero, si es continuo y la aguada está a 500 m, quedan manchones de mayor y menor crecimiento, que se ven en pasturas viejas y en verdeos, sobre todo en avena, por deficiencia de N”, justificó.
Por eso se aconseja pastorear con muchos animales concentrados en un sitio para que todo quede “fertilizado”. “Si lo hacemos con potreros grandes, durante 10 a 15 días, no se afecta el crecimiento de las gramíneas, pero si la distribución de los desechos”, alertó.
Pastura mezcla de gramíneas y tréboles
Lo más importante es sembrar pasturas mezcla, nunca gramíneas puras. Por ejemplo, festuca y alfalfa, festuca, trébol blanco y lotus, agropiro con melilotus o lotos tenuis.
“Ese es el primer consejo, entendiendo que la leguminosa es fundamental para la calidad del forraje”, argumentó. En muchos suelos, se justifica hacer alfalfa sola para forrajes conservados y sistemas de alto requerimiento, ya que cualquier otra especie afecta su valor nutricional, sea cebadilla, festuca, pasto ovillo o raigrás.
En el caso del aprovechamiento bajo pastoreo, habitualmente se siembra la leguminosa consociada no solo porque la gramínea aporta más forraje durante el invierno, sino que además permite enfrentar mejor posibles problemas de empaste.
“El trébol blanco es tremendo, más riesgoso aún que la alfalfa. Si uno se queda solo con esta especie porque maneja mal la pastura, sobre pastorea al extremo, y luego viene una estación húmeda, es una bomba, todo es hoja, y la degradación en el rumen es muy acelerada, produce empaste rapidísimo”, advirtió.
Otro punto fundamental para volver a recriar es definir dónde hacerlo: ¿hay lugar en la región pampeana? Las posibilidades son amplias, según el campo y el sistema productivo. Si se recomponen las pasturas perennes se podrá hacer tanto en suelos buenos, agrícolas, donde la alfalfa es la estrella, como en los intermedios, donde la festuca es la más importante, acompañada por leguminosas, y en los bajos donde se destaca el agropiro.
Más aún, Bertín resaltó que los suelos clase 6 y 7, nada menos que el 11% del millón de hectáreas del Norte de la provincia de Buenos Aires, son solo aptos para pasturas.
“Hay campo para recriar, incluso en suelos clase 3 y 4, donde no se obtendrá una soja de 4500 kg/ha, pero si una de 2500/3000 kg, o sea que a primera vista compite. Sin embargo, dos o tres años de una soja RR bien hecha, un maíz o un girasol, nos permiten salir con una pastura muy limpia, sin malezas. No es posible implantarla tras otra pastura, no es un buen antecesor, entonces necesitamos de la agricultura. En definitiva, son actividades complementarias”, finalizó.