Estamos a unos días del comienzo del otoño, lo que nos indica la necesidad de la planificación de la siembra de pasturas como la alfalfa, que tiene un impacto fundamental para lograr un buen comienzo con el objeto de asegurarnos persistencia, costos, y productividad en los años de utilización.
Hoy sabemos que el bien más escaso y más costoso es la tierra además del agua. Entonces… ¿por qué no aprovecharla a gran escala? Para tal fin lo ideal es poder tener la mayor cantidad de plantas por hectárea, haciendo que las mismas permanezcan el mayor tiempo posible, sanas y libres de malezas.
Por ello es importante recordar algunos conceptos a la hora de la implantación de cultivos que son los que nos aportan una porción importante de la proteína en los rodeos ya sean de carne o leche.
En primer lugar, deberíamos apuntar a una siembra de más de 18 Kg de semilla por ha (más semillas, más forraje, más producción) para que cuando estas se auto raleen, aún sigamos teniendo una población que justifique la utilización de la tierra a un costo razonable.
En ese sentido, es importante averiguar y calcular el porcentaje que ocupa el peleteado en el peso de la semilla para asegurarnos que se está sembrando la cantidad de kilogramos “de semilla” deseados y que logremos el stand de plantas proyectado a los 120 días, momento en el cuál, en la mayoría de los casos comienza la fase de utilización.
Otro aspecto que tiene que ver con los costos en la utilización de las pasturas, es la confección de forrajes conservados, sabiendo que la maquinaria “no cobra” por rollo producido, metro de bolsa o kg de materia seca. La maquinaria expresa costos por hectárea, y en la medida que tengamos mayor población de plantas, menor será el costo del forraje producido, sin olvidarnos de la calidad de este y la eficiencia en el proceso de confección, que también impactan en el costo de producción.
El sistema de siembra y la distribución de la semilla son factores que impactan en la persistencia y la producción final.
En siembra directa, lo más indicado es poder hacer siembras en dos pasadas cruzadas entre sí a 30 grados, colocando la mitad de las semillas en cada pasada.
De esta manera cuando se siembran los kilogramos indicados, debemos considerar que cuanto mayor es la distancia entre surcos de siembra, mayor va a ser la densidad de semillas dentro del surco, lo que favorece el auto raleo o la desaparición de plantas en el tiempo.
Es por esto que sobre todo en sistema de siembra directa, lo mas indicado es poder hacer siembras dobles, cruzadas a 30 grados, colocando la mitad de las semillas en cada pasada y cuidando que las mismas no se entierren más de medio centímetro (ideales son las siembras subsuperficiales), por lo que en la segunda pasada se debe minimizar la presión de las ruedas tapadoras.
Hoy existen sistemas de siembra que distribuyen las semillas al voleo dentro de cada surco. Este parece ser el sistema más eficiente a la hora de lograr una mayor persistencia de plantas, en el que se distribuyen las semillas de manera equidistante, asegurando la persistencia en el tiempo, con el menor auto raleo posible.
En referencia a los cultivos antecesores y teniendo en cuenta el tamaño de la semilla de alfalfa, lo ideal es pensar en aquellos que no tengan un gran volumen de rastrojo y en segundo lugar aquellos que no compartan enfermedades.
Por tal razón y en el caso que sea posible, sería ideal no sembrar sobre cultivos de maíz que se han destinado a cosecha de grano minimizando el riesgo que algunas semillas no tomen contacto con el suelo, o bien que las mismas no sean distribuidas de manera uniforme, debido al movimiento o rebote de los cuerpos de siembra en el rastrojo del cultivo antecesor. Este concepto pierde relevancia cuando el destino del maíz fue el silaje, ya que el volumen de rastrojo remanente es mínimo.
Por último, es bueno destacar que últimamente creció la oferta genética de materiales que tienen la particularidad de demorar la floración hasta el máximo punto de elongación de tallos lo que facilita el cálculo del momento óptimo de aprovechamiento, variedades resistentes a glifosato, facilitando el control de malezas además de bajo contenido de fibra lo que permite una mayor elasticidad al momento de uso.
Muchas veces cuando se toma la decisión de siembra, tiene un gran impacto el precio de la semilla pero en este caso se debe considerar también “el valor de la misma”, en el cuál el precio es un componente además de la posibilidad de uso, potencial de producción, facilidad de manejo, entre otras variables que escapan a este espacio.
Por todas estas razones, bien vale la pena tomarse un tiempo para pensar y proyectar a futuro los próximos pasos que determinarán nuestro potencial productivo de al menos los tres años vista, o más, de acuerdo a la capacidad de uso que tendremos de este recurso forrajero que alcanza más de tres millones de hectáreas sembradas en nuestro país y que representa la proteína más económica en la alimentación de los rodeos ganaderos.
Por Pablo Cattani – Publicado en Clarín Rural